Mi héroe Don Porfirio

Soy admirador de Don Porfirio Díaz, incluso le llevé una flor a su tumba en Montparnasse, París, Francia. No ignoro los errores que cometió durante su mandato, pero fue un hombre honesto.

Insisto en traer, con honores, a México, los restos de este estadista que llevó a la modernidad la República mexicana, cuya pensión donó al Heroico Colegio Militar, y vivió en una casa rentada cuando era presidente de México, esta casa estaba en la calle de Cadena No. 8, en el centro de la ciudad.

Ahí también se hospedó hacía 1799, Simón Bolívar. Hoy es el centro de operaciones del BBVA Bancomer.

Don José de la Cruz Porfirio Díaz Mori nació en 15 de septiembre de 1830 en Oaxaca, y falleció el 2 de julio de 1915 en Paris, Francia. Ascendió a la presidencia en 1876, en 1877 el congreso lo declara presidente constitucional, cargo que cumple hasta 1880 en que es elegido presidente el general Manuel González por un periodo de cuatro años. Presenta Díaz su candidatura nuevamente tomando posesión el 1 de diciembre y tres años después promueve una enmienda al artículo 78, la cual aprueba nuevamente el congreso y, finalmente, en 1890 reforma nuevamente ese artículo que le permite ser presidente hasta su renuncia en 1911.

 

Él renuncia antes que ensangrentar a México.

 

Sin embargo, hoy remito a una extraña anécdota, no muy conocida sobre Porfirio Díaz.

 

Años antes de su gestión como residente, Porfirio Díaz se levantó en armas contra Benito Juárez para impedir a Juárez otra reelección. Este movimiento se llama Revolución de la Noria, por haber sido lanzado el 8 de noviembre de 1871 desde su hacienda, aquella que le regalara Juárez cercana a Tlacotalpan.

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Bien, por diferentes causas, Díaz cierto día, en plena huida para impedir sea fusilado y, así, llega a un espeso bosque tropical que se ubica cerca de Mozomboa, en el centro del Estado de Veracruz. Cansado observa a un hombre que pacientemente espera a que coma su ganado, se acerca a él y le pide lo esconda, pues quieren matarlo. El hombre lo lleva a una cueva y ahí le lleva agua y comida durante semanas en que permanece escondido pues es buscado arduamente en la región.

Un día, el pastor le dice que ya es necesario sacarlo de ahí pues están cada vez más cerca, para eso matan una vaca y don Porfirio se mete dentro del cuerpo del animal, que es “cocido” y así, lo sacan incluso frente a los soldados que le buscaban. Es conducido hasta las playas donde le esperaba su gente, sin embargo, antes de partir, don Porfirio le dice al hombre que él es presidente de México y que le pida lo que quiera. El hombre le dice “para qué Porfirio (sic), para cualquier lado que mires la tierra es mía, no necesito dinero”.

Años más tarde, aquel hombre quiso visitar a su amigo Porfirio y llegó a Palacio Nacional con su esposa y le dijo a un soldado que quería ver a su amigo Porfirio.

A fuerza de mucho insistir le dijeron a don Porfirio que un ranchero de Veracruz le quería ver e insistía en que era su amigo.

Don Porfirio de inmediato hizo subir a su amigo a su presencia, indicando a su escolta que cuando aquel hombre quisiera verlo, le hicieran pasar de inmediato.

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Luego de abrazos entre hombres de campo, don Porfirio le preguntó que qué quería, que dinero le mandaba cajas con dinero, o tierra, a lo que el hombre le dijo que quería conocer la Villa de Guadalupe.

Años después, en Mozomboa, Veracruz, se encontraba en una iglesia una pintura de la Virgen de Guadalupe, que fuera propiedad de don Porfirio Díaz, quien la retiró de su despacho presidencial y regaló a su amigo.

Durante la “Guerra de los cristeros” fue ocultada… y ya no nunca se le volvió a ver.

Cuando don Porfirio vivía modestamente en París, en un departamento rentado, solía decir, sentado en su silla, con la palma hacía abajo a la altura de sus rodillas:

“Así ha de estar de alto el maicito en Oaxaca”

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