Salvador Castell-González
Martes 10 Y 17 de agosto del 2021
Columna: Peninsular Punto Medio

En plena pandemia se están celebrando los juegos olímpicos Tokio 2020, razones para hacerlas y no hacerlas sobran, pero es importante ver algunos temas que volvieron a salir a la luz durante esta fiesta deportiva.

En el año 776 A.C. en la antigua Grecia nacieron los juegos olímpicos. Estos eran una competencia para rendir honores a sus dioses, donde los mejores competían para tener ese gran honor de ser los representantes de la sociedad griega.
En la actualidad los juegos olímpicos son a nivel mundial y en los últimos años el avance de las ciencias del deporte ha tenido grandes frutos, y hoy por hoy, que se rompa un récord mundial es algo común. Pero también han surgido una serie de cuestionamientos que deben considerarse como el genoísmo.

El genoísmo es la discriminación que se ejerce por cuestiones genéticas, este es un término que fue acuñado y difundido por Andrew Nicol en 1997 en su película Gattaca.

Pero ¿qué es el genoísmo? Es la discriminación que se ejerce cuando una persona es segregada o se atenta contra sus derechos humanos por motivos genéticos, es decir por la presencia o ausencia de uno o varios genes y/o componentes genómicos que puedan sumar o restar capacidades a una persona. Para poder entenderlo más fácil pongamos un ejemplo: Si nos hacemos una prueba genética y se manifiesta que somos genéticamente propensos a infarto prematuro, cáncer, diabetes o cualquier padecimiento incapacitante y somos rechazados para obtener un empleo, una beca o un subsidio, o cualquier otra consulta, estaríamos siendo discriminados por nuestro acervo genético, aunque esta enfermedad sea solo una posibilidad.

También existe el caso contrario, cuando nuestra maquinaria genética nos otorga un beneficio biológico que nos confiere capacidades superiores con los competidores. En condiciones normales, eso ocurre todos los días cuando recursos humanos en el proceso de selección de personal escoge a los candidatos más idóneos para el puesto, pero te imaginas al reclutador pidiéndote que sea necesario medicarte para que seas menos eficiente, ¿suena ridículo verdad?

Ahora entremos en contexto, Mokgadi Caster Semenya, conocida como Caster Semenya es una atleta sudafricana que saltó a la fama en el 2009 cuando, a sus 18 años ganó el campeonato mundial de atletismo en la prueba de 800 m. Su gran despliegue físico llamo la atención y fue sometida a una prueba de determinación sexual para comprobar que era verdaderamente una mujer. Esta prueba arrojó que Caster era una mujer intersexual con altos niveles de testosterona, razón por la cual se le prohibió competir en atletismo y fue hasta el 6 de julio de 2010 que la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) le permitió regresar y ganó los campeonatos de 2011 y 2017, y fue también campeona olímpica en el 2012 y 2016 pero solo era el comienzo de la polémica.

Caster Semenya es una persona, registrada como mujer al nacimiento, con cromosomas XY y se identifica como mujer, con la pequeña diferencia que tiene testículos en lugar de ovarios. Caster Semenya forma parte de un reducido grupo de la población reconocidos como intersexuales. Los intersexuales tienen manifestaciones biológicas de mujer y hombre. Causas hay muy variadas desde el estar bajo tratamiento hormonal la madre durante la gestación hasta errores en el proceso de división celular, y sus manifestaciones también son muy variadas que incluye variaciones en los cromosomas, las hormonas, en los genitales y/o a los rasgos sexuales secundarios, como la distribución de grasa y musculo, o ente caso superdotación físico-atlética.

La polémica alrededor de sus victorias ocasionó que en el 2019 se aplicaran nuevas normas de la IAAF, prohibiéndole a mujeres con altos niveles de testosterona participar en eventos de 400, 800 y 1500 metros hasta que bajaran sus niveles de testosterona. ¿recuerdas que te pregunte si creías era ridículo medicarte para que seas menos eficiente?, pues si pasa.

Este año se repite la historia, y las atletas Christine Mboma y Beatrice Masilingi originarias de Namibia han sido descalificadas de la competencia deportiva por sus altos niveles de testosterona, que declaran es una competencia “injusta” para las competidoras “normales”.
Y vemos, los juegos olímpicos son discriminatorios, y no solo considerando que se le hiciera un llamado de atención a la selección de Noruega de Vóley Ball de playa por no querer salir con el uniforme oficial que denominaron “reglamento sexista”, sino vamos a ir a la razón por la cual han sometido a medicación a Caster Semenya, la competencia injusta. Aquí queremos tener un pequeño espacio de reflexión porque hace algunos años un caso similar salió a la luz, un atleta que tenía una mutación genética que le otorgaba una ventaja sinigual con sus competidores, un atleta que no se cansaba, producto por una “deficiencia genética”, el ahora hoy reconocido como el deportista olímpico más condecorado de todos los tiempos, Michael Phelps.

Si comparamos estos casos parece que si existe una brecha de justicia entre lo que llamamos ventaja competitiva que en algunos casos merece ser aplaudido y reconocido y en otros ser discriminado y sometido a medicación, por ser superior. Y no estamos hablando de sexo, genero, intersexualidad o etnia, solo de un pequeño detalle genético que le otorgó un beneficio, esto es algo para detenerse a pensar y más aún si se da en la fiesta olímpica, un bastión de la competencia universal de una sociedad cada vez más justa e inclusiva.

¿Y tú has discriminado a alguien por ser mejor que tú?

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Publicado en Peninsular Punto Medio.

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Genoísmo olímpico

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