La educación especial, una disciplina que ha sido discriminada y considerada como una línea emergente para atender y educar a los estudiantes con problemas de aprendizaje.
Pero este es un concepto muy superficial de lo que la educación especial pretende y la gran evolución y desarrollo que se ha generado en los últimos años. Uno de los puntos clave del avance de la educación especial es que, es una disciplina flexible, ya que como el mismo concepto lo permite, debe utilizar mecanismos no convencionales para poder transmitir conocimiento a estudiantes que se salen de la “normalidad”.
Es precisamente esta flexibilidad de acción lo que le permite ser una disciplina transversal, que basando mucho de su ejecución en la practica llega incluso a ser considerada una ciencia aplicada. Esto nos lleva a preguntarnos si ¿en verdad se puede considerar una ciencia aplicada?
La educación especial es una práctica pedagógica que está en un proceso de evolución y desarrollo muy intenso, aún más intenso que las practicas educativas normales, esto, principalmente a que utilizando gran cantidad de herramientas pedagógicas, psicológicas, científicas y tecnológicas pretende transmitir y hacer aprendizaje significativo de la mejor manera, adaptado a las necesidades y potencias que tienen los estudiantes a los que se pretende educar, con una visión y un panorama global multi, e interdisciplinario, involucrando corrientes del pensamiento que en ocasiones son antagonistas.
Estos factores de ambigüedad de practica ha dificultado el poder establecer los principios epistemológicos en la educación especial y establecer su método, lo que dificulta el poder definirla como una ciencia.
Aunque el establecer a la educación especial como una ciencia tampoco es una necesidad obligada, ya que se basa en el conocimiento generado por otras ciencias para adaptarlas a su practica educativa, permitiendo así mismo en esta visión “no científica” la libertad de adaptar las herramientas a utilizar durante su practica dependiendo del conocimiento a transmitir y las cualidades de los receptores del proceso educativo. Es necesario en este punto considerar que los humanos tienen un sinfín de habilidades, conductas, defectos y emociones diferentes, que van mezclados de diferente manera y no es posible establecer un método único para el aprendizaje perfecto significativo, en dado caso, es posible generar plataformas y herramientas de apoyo, que deben ser flexibles para adaptarlas a cada grupo de trabajo que se desea educar.
Estas herramientas han sido generadas por muchas otras áreas del conocimiento como la biología, genética psicología, filosofía, sociología, medicina, lingüística, entre muchas otras y es el objeto de la educación especial el servir como nodo de articulación para hacer una transmisión eficiente del conocimiento, potenciando y utilizando las ventajas y potencialidades de cada estudiante. Estas disciplinas algunas son muy cercanas al quehacer educativo y otras se consideran menos cercanas, pero no por eso debemos omitir, por ejemplo, el potencial genético del estudiante, aunque la genética se considera un campo científico lejano.
Dentro del proceso de aprendizaje y en cualquier proceso educativo, no solo en la educación especial, deben estimularse las funciones de análisis, interpretación, comprensión e intervención en situaciones didácticas disfuncionales, pero debe ser a modo de potenciar al estudiante utilizando sus aptitudes y actitudes que lo identifican, no sus discapacidades y así evitar las segregación, si es necesario etiquetar a los estudiantes para iniciar el proceso de aprendizaje, hay que etiquétalos por sus potenciales, no por sus ausencias. Es necesario dejar de ver a la educación especial como una disciplina que estudia las causas del error en el proceso educativo y que parece generar mecanismos para contrarrestar y corregir, cuando se debe potenciar, cuando alguien es catalogado como defectuoso es muy difícil, si no imposible, quitarse el estigma.
Considerando todo esto podemos ver que en la practica la educación especial no es una ciencia, pero si puede ser considerada una disciplina autónoma dentro de las ciencias de la educación y la didáctica, que en ocasiones dependiendo del objeto y mecanismo de aprendizaje puede en la práctica utilizar el método científico para generar conocimiento nuevo, puede utilizar y desarrollar tecnología para eficientizar el aprendizaje y así mismo utilizar o generar técnicas que sean incluso transferibles a otras áreas del conocimiento. Es el enfoque de inclusión lo que constituye su objeto formal y que le permite esa ambigüedad de acción.
De este modo una de las virtudes de la educación especial es que, aunque no trata de explicar, y más bien se enfoca en el comprender, esto no prohíbe que en la practica educativa se generen explicaciones, ya que uno de los objetivos es formar personas criticas y productivas. Pero esto mismo hace necesario que en esta práctica educativa interactúen educadores (prácticos) y académicos (teóricos) y así poder ir desarrollando y adaptando el esquema educativo según el avance en el proceso de aprendizaje.
Si consideramos al “educador especial” como un guía y facilitador durante la negociación en la adquisición del conocimiento y transferir el control del aprendizaje al estudiante potenciando así el proceso al involucrar al receptor en lugar de hacerlo un receptor por obligación, entonces sería interesante utilizar esta educación flexible por descubrimiento en los estudiantes “normales” y así llevarlos a ser la mejor versión de si mismos, y que este proceso de etiquetaje sea un medio para crecer y no para segregar.
Es necesario desarrollar un modelo educativo menos rígido, que tenga la posibilidad de adaptación y siendo más holísticos, sin disciplinas estrictas que solo generan la división del conocimiento, en lugar de la integración de éste. Para que esto ocurra también es necesario integrar académicos de las ciencias en el proceso de formación que trabajen activamente con los educadores y desarrollar estrategias para hacer el conocimiento asequible.