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Caso Glifosato: 5 Verdades Incómodas que la ciencia confirma

El Herbicida que Usamos en Todas Partes

Para agricultores, jardineros y administradores de espacios públicos, el glifosato ha sido durante décadas una solución casi mágica. Como ingrediente activo de herbicidas tan omnipresentes como Roundup, se convirtió en la herramienta por defecto para eliminar las malezas, una solución simple y eficaz que se aplica en campos de cultivo, parques y vías de tren en más de 100 países. Su uso se masificó a tal punto que hoy satura nuestro entorno, desde el agua de lluvia hasta nuestros propios cuerpos.

Sin embargo, la narrativa de esta molécula como una herramienta segura y fiable acaba de sufrir un golpe devastador. A finales de 2025, un influyente estudio científico que durante 25 años sirvió como pilar para su aprobación regulatoria en todo el mundo fue formalmente retractado. Este evento sin precedentes nos obliga a reexaminar críticamente todo lo que creíamos saber sobre el herbicida más utilizado en la historia de la humanidad.

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Los Puntos Clave a Reexaminar

1. Un Pilar de la Ciencia se Derrumbó: El Estudio Clave Sobre su Seguridad fue Retractado por “Ghostwriting”

Un artículo científico publicado en el año 2000 en la prestigiosa revista Regulatory Toxicology and Pharmacology fue, durante un cuarto de siglo, una de las defensas más importantes sobre la seguridad del glifosato. Su influencia fue inmensa: se encuentra en el 0.1% superior de los artículos más citados sobre el glifosato, lo que significa que es más citado que el 99.9% de los artículos escritos sobre el químico. Agencias reguladoras como la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. (EPA) se apoyaron en sus conclusiones para mantener la aprobación del herbicida. Pero el 28 de noviembre de 2025, ese pilar se derrumbó. La revista retractó formalmente el artículo.

La razón no fue un simple error de datos, sino una grave falta ética. La editorial citó “serias preocupaciones éticas” basadas en evidencia contundente de “ghostwriting corporativo” (redacción fantasma). Documentos internos revelados en litigios demostraron que empleados de Monsanto, la empresa creadora del Roundup, participaron activamente en la redacción del texto para darle una apariencia de independencia académica. Además, el estudio se basó exclusivamente en datos internos no publicados de la propia compañía y no revisó ninguna investigación que no fuera realizada por Monsanto. Los conflictos de interés financieros nunca fueron declarados adecuadamente.

La nota de retractación es demoledora y subraya la gravedad de la falta:

“serias preocupaciones éticas con respecto a la independencia y responsabilidad de los autores de este artículo y la integridad académica de los estudios de carcinogenicidad presentados”.

Este hecho no solo anula las conclusiones del estudio, sino que socava 25 años de argumentos regulatorios basados en él y confirma las peores sospechas sobre la manipulación corporativa de la ciencia para proteger sus intereses económicos.

2. ¿Causa Cáncer? Depende de a Quién le Preguntes (y por Qué los Juicios se Ganan de Todos Modos)

El debate sobre si el glifosato causa cáncer parece un laberinto de contradicciones. Por un lado, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que forma parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo clasifica como “probable carcinógeno para humanos” (Grupo 2A). Por otro, agencias como la EPA de EE. UU. y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) concluyen que “no es probable que presente un riesgo de cáncer humano”.

Entonces, ¿cómo es posible que Bayer/Monsanto haya sido condenada a pagar miles de millones de dólares en juicios en Estados Unidos por casos de linfoma no Hodgkin? La clave es contraintuitiva: los demandantes no ganaron demostrando que la EPA estaba equivocada. La estrategia legal ganadora fue combinar la clasificación de peligro de la IARC con la demostración de negligencia corporativa. Los jurados concluyeron que la empresa conocía los riesgos potenciales y no advirtió adecuadamente a los consumidores. Esto revela una verdad crucial: la aprobación regulatoria no es un escudo contra la responsabilidad legal ni borra la percepción de riesgo en la sociedad.

3. Más Allá del Cáncer: Los Efectos Ocultos en la Fertilidad, el Cerebro y los Ecosistemas

Mientras el debate público se ha centrado casi exclusivamente en el cáncer, una creciente cantidad de evidencia científica apunta a otros daños graves. Los estudios en humanos sobre salud reproductiva arrojan resultados mixtos, pero la evidencia en estudios animales e in-vitro es alarmantemente consistente. Estos estudios muestran un claro impacto negativo en la salud reproductiva, incluyendo alteraciones hormonales, daño directo a órganos reproductivos y afectaciones en la producción de esperma (espermatogénesis), incluso a dosis consideradas bajas.

Pero los efectos no se detienen ahí. La investigación también ha documentado:

• Neurotoxicidad: En estudios animales, la exposición al glifosato se ha relacionado con alteraciones en el neurodesarrollo y el comportamiento.

• Toxicidad acuática: El daño a ecosistemas acuáticos es tan claro que la literatura científica lo considera “concluyente”, con alteraciones histopatológicas que incluyen la proliferación celular en las branquias, la vacuolación de hepatocitos en el hígado y daños en el riñón de los peces.

La omnipresencia del glifosato agrava estos riesgos. Su uso masivo ha llevado a una saturación ambiental sin precedentes. Un dato sorprendente de un estudio en Argentina reveló la presencia de glifosato y su principal metabolito, el AMPA, en el 80% de las muestras de agua de lluvia en zonas urbanas. Esto significa que ya no es un problema exclusivo del campo; está literalmente lloviendo herbicida sobre nuestras ciudades.

4. El Mito de la Indispensabilidad: México Lidera una Revolución Agroecológica (y Hay Robots Láser en Camino)

La industria de los agroquímicos ha sostenido durante años que prohibir el glifosato sería catastrófico para la agricultura, llegando a predecir una caída del 40% en la producción de cereales en México si se implementaba una prohibición. Sin embargo, México ha decidido desafiar ese pronóstico y está liderando una de las transiciones agroecológicas más ambiciosas del mundo.

A través del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONACYT), el gobierno mexicano ha impulsado una plataforma integral con 85 proyectos de investigación. En este programa, se han validado prácticas agroecológicas en más de 17,000 hectáreas con la participación de 18,000 productores de pequeña, mediana y gran escala. Los resultados han demostrado no solo la viabilidad de producir sin glifosato, sino también una reducción de costos y, en algunos casos, un aumento de los rendimientos. Además, ya se han desarrollado y escalado bioherbicidas 100% mexicanos, como Hebitech®, con formulaciones ya aprobadas por la autoridad sanitaria (SENASICA).

Este esfuerzo replantea la naturaleza misma del debate, como lo expresó un experto durante una conferencia del gobierno mexicano:

“La pregunta no es si se puede producir sin glifosato. La pregunta es por qué permitimos el glifosato con todos los las repercusiones negativas que ya se han manifestado.”

Y las alternativas no son solo tradicionales. El futuro del control de malezas también incluye tecnología de punta: ya se están desarrollando robots que utilizan láseres de alta potencia para identificar y eliminar las malezas de forma precisa y sin químicos, demostrando que la innovación puede ir mucho más allá de las moléculas sintéticas.

5. La Batalla por tu Plato: El Debate Real es Sobre Soberanía Alimentaria, no Solo Sobre Malezas

Para muchos, especialmente en países con una profunda herencia agrícola como México, el debate sobre el glifosato trasciende la agronomía y la toxicología. Es, en su núcleo, una batalla por la “soberanía alimentaria”.

Este concepto se refiere al derecho de los pueblos a definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias. En el contexto del glifosato, significa:

• Romper la dependencia: Dejar de depender de un modelo basado en la importación de agroquímicos y semillas patentadas controladas por un puñado de corporaciones multinacionales.

• Proteger la agrobiodiversidad: Defender sistemas de cultivo nativos y diversos, como la tradicional milpa (maíz, frijol y calabaza), frente al avance de los monocultivos que erosionan la diversidad genética y cultural.

• Valorar el conocimiento tradicional: Reconocer y fortalecer las prácticas agrícolas campesinas e indígenas que han sostenido a las comunidades durante siglos.

Desde esta perspectiva, el glifosato no es solo una herramienta para matar malezas, sino el símbolo de un modelo agroindustrial que amenaza la autonomía, la cultura y el control sobre el sistema alimentario. La lucha por prohibirlo se convierte en una defensa de la identidad y del futuro.

Conclusión: ¿Cómo Elegimos Cultivar Nuestro Futuro?

La narrativa del glifosato como una herramienta simple, segura e indispensable se ha desmoronado. La retractación de un estudio científico clave por fraude ético, sumada a la creciente evidencia sobre sus impactos en la salud y los ecosistemas, y la demostración de que existen alternativas viables, ha complicado enormemente el panorama. El debate ya no es meramente técnico, sino profundamente ético, sanitario y político.

Ahora que el velo se ha corrido, la verdadera pregunta no es cómo controlamos las malezas, sino cómo elegimos cultivar nuestro futuro. ¿Qué valor le damos a la transparencia científica, a la salud de nuestros ecosistemas y a la soberanía de nuestra alimentación?

La decisión está en nuestras manos: seguir cultivando dependencia química o sembrar soberanía alimentaria.

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