En la Península de Yucatán el Hanal Pixán, que significa en maya “la comida de las ánimas”, las plantas y sus derivados juegan un papel principal.
Las plantas han sido elementos indispensables en el desarrollo cultural de todas las civilizaciones humanas.
Un buen ejemplo de esta afirmación son los mayas, quienes han desarrollado un uso integral de la flora, gracias al amplio conocimiento de su medio ambiente, el cual se ve reflejado en una multiplicidad de aspectos culturales, desde la agricultura y la alimentación hasta los rituales.
En el caso del rito conocido como Hanal Pixán, el cual es el resultado de la mezcla de las tradiciones mayas y cristianas, las cuales fueron traídas por los españoles, existen estudios etnobotánicos* que han contabilizado hasta 117 especies de plantas y 3 híbridos que son utilizados en las diferentes actividades que componen dicha celebración.
Tradicionalmente, la base del altar era una mesa sin clavos (para no causarle temor a las ánimas), se usaban ramas atadas con la fibra de henequén (Agave fourcroydes Lem.) para formar la plataforma, sosteniéndola con cuatro horquetas de madera. Esta mesa es cubierta por un mantel, blanco o gris para los adultos, y de colores para los niños; sobre éste se coloca la fotografía del difunto junto con las ofrendas para nutrir su alma durante su visita a la Tierra, como alimentos, bebidas y dulces.
El henequén llegó a ser considerado en Yucatán como el “oro verde”, debido al auge del uso de su fibra para fabricar sogas en el siglo XIX. También se le llamaba Sisal, por ser éste el nombre del puerto por el cual se exportaba a todo el mundo.
El altar decora con velas, motivos religiosos, flores e incensarios, pues un elemento que no puede faltar en todo rito maya es el incienso, principalmente el proveniente del árbol de copal (Protium copal Schltdl. & Cham), conocido en maya como pom.
De los alimentos ofrendados a los difuntos, el más característico es el mukbil pollo (del maya muk, “enterrar” y bil, “revolver”), también conocido como pib (“enterrado” en maya). Es un guiso que consiste en una especie de tamal elaborado con una base de masa de maíz (Zea mays L.), relleno de carne de pollo y lomo de cerdo, jitomate (Solanum lycopersicum L.), cebolla (Allium cepa L.) y espelón (Vigna unguiculata L.); es condimentado con sal, pimienta (Piper nigrum L.), achiote (Bixa orellana L.), epazote (Dysphania ambrosioides L.), ajo (Allium sativum L.) y chile habanero (Capsicum chinense Jacq. cv. Habanero).
De los alimentos ofrendados a los difuntos, el más característico es el mukbil pollo (del maya muk, “enterrar” y bil, “revolver”), también conocido como pib (“enterrado” en maya). Es un guiso que consiste en una especie de tamal elaborado con una base de masa de maíz (Zea mays L.), relleno de carne de pollo y lomo de cerdo, jitomate (Solanum lycopersicum L.), cebolla (Allium cepa L.) y espelón (Vigna unguiculata L.); es condimentado con sal, pimienta (Piper nigrum L.), achiote (Bixa orellana L.), epazote (Dysphania ambrosioides L.), ajo (Allium sativum L.) y chile habanero (Capsicum chinense Jacq. cv. Habanero).
Dicho tamal es envuelto en hojas de plátano (Musa paradisiaca L. var. Spientum Kuntze) y posteriormente se cuece lentamente bajo la tierra, a la usanza maya (de ahí el nombre del platillo), en un hoyo que funciona como un horno calentado con leña o piedras, que le confiere a la corteza del pib una textura crujiente y un sabor característico. Además de este guiso, el maíz también es utilizado para preparar tamales, atole y tortillas.
En cuanto a las bebidas, no puede faltar el tradicional chocolate caliente (después de todo, el género del nombre científico del cacaotero, Theobroma cacao, significa en griego “alimento de los dioses”).
Tablillas de chocolate (Theobroma cacao L.), y una jícara (Crescentia cujete L.) conteniendo chocolate caliente elaborado con éstas.
También puede ser ofrendada la bebida alcohólica yucateca xtabentún (en maya, “la que está atada a la piedra”), cuyos ingredientes son miel elaborada por las abejas con néctar de flores de la enredadera del mismo nombre (Turbina corymbosa L.), mosto de caña de azúcar (Saccharum officinarum L.) y anís (Pimpinella anisum L.).
Otra opción es la bebida sagrada de los mayas, llamada balché, producto de la fermentación de miel de abeja melipona y de la corteza del árbol balché (Lonchocarpus longistylus Pittier), mezclado con otros ingredientes.
Las flores son parte importante de la ofrenda, ya sea por su belleza, su olor, por representar la fugacidad de la vida o porque su color ha sido relacionado por los mayas con algún punto cardinal o deidad, alcanzando una dimensión etnobotánica de significado profundo.
Por ejemplo, el blanco representa al norte, además de significar pureza, lo sagrado y el cielo; mientras que el negro representa al oeste y a la muerte natural. Por su parte, el amarillo hace referencia al sur, al mismo tiempo de ser símbolo de la luz, del sol, y de la vida, por lo que se emplea a la flor de muertos o cempasúchil (Tagetes erecta L.), conocida en la región peninsular por su nombre maya, X’pujuc, por ser de este color.
El color verde, como el de las ramas de la limonaria (Murraya paniculada Jacq.) que se usan para decorar el altar, corresponde al centro del mundo, representando la vida. A su vez, el rojo representa al este, a la sangre de Cristo y la Resurrección, por lo que son empleadas las rojas flores del xtés (Celosia argenta L. var. Cristata Voss). Otro color presente en los altares es el morado, como el de las flores de amor seco (Gomphrena globosa L.), que representa el inframundo y la muerte, también significa luto.
Además de las mencionadas anteriormente, otras flores empleadas comúnmente en los altares son las rosas (Rosa vulgaris L.), las virgíneas (Zinnia elegans Jacq.), y los lirios (Crinum erubescens Aiton), siendo en total hasta 55 especies vegetales las que han sido contabilizadas como utilizadas de manera ornamental en este rito.
De origen místico y espiritual, el Hanal Pixán es, sin lugar a dudas, una excelente muestra del conocimiento y la diversidad de usos que los mayas le daban a las plantas, así como la muestra de un fuerte sincretismo cultural.
Afortunadamente, este rito, herencia de nuestros antepasados y parte del patrimonio cultural de la Península de Yucatán, ha seguido transformándose y ha llegado hasta nuestros días como una bonita y colorida tradición con la cual se honra a aquellos seres queridos que se nos adelantaron al otro mundo.
¿Regresarán realmente las almas de nuestros difuntos a degustar las ofrendas que pongamos en los altares? Nadie sabe a ciencia cierta, pero lo que es seguro es que ellos continuarán acompañándonos mientras mantengamos vivo su recuerdo.
FUENTES
Ilustración: Lorena Evangelina Porras Suárez. Contenido: Manuel Lara Can
Por Erik Pérez y su Casa del Agroecólogo
Literatura consultada:
Aranda García, R. (2015) “El altar de muertos: Lo que debe llevar y su significado”. Entrevista a la antropóloga Hilaria Mass Colli. Artículo publicado en la sección Imagen, del Diario de Yucatán, el día 21 de octubre de 2015.
Barrera, M.A.; A. Barrera V., y R. M. López F. (1976). “Nomenclatura Etnobotánica Maya”. Colección Científica. Etnología. I.N.A.H. México.
Barrera Vázquez, A. (1980). “Diccionario Maya Cordemex Maya-Español-Maya”. Ediciones Cordemex. Mérida, Yucatán, México.
Burgos Lugo, D. E. y E. C. Rodríguez Castro, (2006). “Estudio etnobotánico del rito del Hanal pixán en el municipio de Maxcanú, Yucatán”. Tesis. Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia. Universidad Autónoma de Yucatán. Mérida, Yucatán, México.
Trejo Mendoza, M. (2009) “Alimento del espíritu: Hanal Pixán, la fiesta maya de muertos,” Claustronomía. Revista gastronómica digital. Consultado el 19 de julio de 2016 en: http://elclaustro.edu.mx/…/142alimento-del-espiritu…
UNESCO, (2014) “El retorno de lo querido: celebración del Día de Muertos en México”.